
La dama desapareció de este mundo a causa de una muerte inesperada y por la mala fama que tuvo, su cuerpo inerte fue llevado por personas caritativas directamente a un hoyo cavado ex profeso en la ladera que hacía de cementerio. Fue rápido al campo santo porque el Cura de entonces no quiso ni oír que una mujer pecadora, que en vida jamás pisó la iglesia, llegue ahora al templo, porque éste podía reventar por la presencia de este cuerpo que era un fardo apretujado de pecados. Compréndase por injustificable la actitud del sacerdote, ya que el hecho se daba en un tiempo de extremado apego a las normas católicas y los “curitas” tenían prácticamente la última palabra en el poder decisivo de los pueblos, al menos en esto de enterrar a los difuntos.

La mujer conservaba la deslumbrante belleza que había tenido en vida. En un punto cualquiera, la dama se detenía con manifiestas intensiones de corresponder a su pretendiente. Mostraba su hermoso rostro y su espigado cuerpo al emocionado galán y en verdad ahí estaba de frente una radiante ninfa de hermosura indescriptible, pero, de repente, sus ojos se perdían en la nada, dejando dos oquedades huesudas, sus encarnados labios caían para dejar sus dientes a la vista dibujando una sonrisa de tétricos presagios, el rostro iba desintegrándose poco a poco, prontamente, y el cabello sedoso y ondulado desaparecía quedando su cabeza en calavera y todo su tentador cuerpo en esqueleto. El pobre galán con ese cuadro de horror, salía en arremetida fuga, era presa de convulsiones o perdía el conocimiento. Esta era la Dama Misteriosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario